
Soltar, dejar ir, no apegarse.. muchas formas de decir lo mismo, lo he escuchado de muchas maneras y por más que lo escuche, lo lea, lo sienta, hay cosas que me cuesta dejar ir… por qué?
Porque hemos crecido con el fuerte convencimiento de que tenemos que depender de algo, de alguien, y así vivimos muchos años… dependiendo de personas, que van cambiando a medida que crecemos; de trabajos insoportables, de jefes autoritarios, de relaciones sofocantes, de unos pesos en la cuenta, de una imagen bonita en instagram, de un número en la báscula, de una fachada feliz, mientras el mundo se desbarata adentro. Lo triste es que se volvió costumbre vivir así, hasta que la muerte los separe, hasta que llegue el día de pensionarse, hasta que se pague la deuda, hasta que crezcan los hijos, hasta que algo pase afuera.
Nos acostumbramos a estar mal a complacer a otros, a construir cadenas con todas esas situaciones, cosas y personas pensando que nos traerá alguna recompensa al final, pero ¿cuál es el final? ¿Qué esperamos que pase? ¿El juicio final? Crecí escuchando que vendría ese día y que sería el rechinar de dientes, que ese día saldría la verdad a flote sobre quienes son buenos y quienes son malos… Una idea bastante radical y absurda que lo único que trae es más miedo a la vida de las personas Y la verdad es que nadie vendrá a sacarnos de esas situaciones, nadie aparecerá mágicamente a solucionarnos la vida. No pasará nada y la gente no hará lo queramos que hagan.
Y aparece de nuevo el miedo, a lo que pueda pasar si no dependo de algo, el miedo a la libertad, el miedo a tener el control de mi propia vida, a responsabilizarme al 100% de mi, de mis decisiones, de mis reacciones, de mis acciones, de mis pensamientos, porque ese concepto de libertad sólo puede existir en mi mente, en la medida en que yo lo decida y es así, una decisión. A veces no es fácil decir: listo, ya no va más esta situación, a veces toma tiempo, más esfuerzo de lo que pensamos, idas y vueltas, salir y volver, y ahí entender que el camino es así, simplemente voy poco a poco siendo fiel a mi, dándome un poquito más a mí, llenándome más de mi, de lo que soy, de lo que siempre he sido, respetando mi ritmo y el ritmo de la vida.
Mi vida está en mis manos ahora, y no pienso alejarme de lo que soy, no pienso volver a dejar de serme fiel por vivir la vida de otros, por mantener situaciones o relaciones que no están sumando, que no me están aportando nada. Solamente cuando llegamos al punto de aceptarnos como somos, es que dejamos de depender y casi sin darnos cuenta se suelta, llega el momento de dejar ir, es un proceso largo que llega cuando tiene que llegar.
Y es así paso a paso que se rompe el círculo vicioso, apego – dependencia – falta de confianza propia – necesidad de algo externo – apego – dependencia… aumentando la confianza en mí, en que puedo hacerlo, en mi libertad y autonomía. El famoso salto de fe…
ME ENCANTA. Gracias Yoyi!
Me gusta Mucho Rose!!! Gracias por compartirte.